¿PERDÓN? donde violaron, saquearon y maltrataron jamás los perdonaremos!

 

¿PERDÓN?

“La violencia simbólica es la violencia ejercida con la complicidad tácita entre las víctimas y sus representantes.”

Pierre Bourdieu




Las manzanas hoy día es la más fruta calumniada por los reporteros de los medios oficiales. La gran prensa del Edén, los mismos que se fueron contra Eva, han utilizado a la carnosa fruta paradisiaca como la razón del gran pecado original. A ella atribuyen la expulsión del paraíso y también el primer éxodo de la humanidad.


El primer delito político de rebelarse contra Dios, se sentenció para siempre con la putrefacción de la voluntad y la razón humana. Humanos podridos son como las manzanas del pecado. Razones tendría Caín cuando renunció a la obediencia policiva de Abel que impuso ese estado autoritario del Dios que castigó la rebelión y el delito político. Caín y Espartaco víctimas de los fanáticos de la obediencia y el disciplinamiento.


Fruto del deseo y del pecado, toda referencia mediática está señalada a menospreciar su valor como referente del crimen. Si algo debemos reconocer, es que gracias al potencial deseo de desobediencia de las manzanas, salimos del autoritarismo del Edén. Para nada tienen que ver con instituciones castrenses y prácticas asesinas del Estado. Estas son versiones que Dios dio a la prensa para justificar el destierro de Adán y Eva de la Patria.


Aún siguen encendidas las llamas en Bogotá y otras ciudades del país, septiembre inició con fuego, una vez se desactivó el confinamiento, se activó la acción de la frustración, la rabia y el desespero que fueron el combustible para encenderse con una chispa: el asesinato a manos de la policía de Javier Ordoñez.


Desde marzo hasta hoy se mantuvo la calma social, miles de personas encerradas en sus casas asumieron estoicamente las mediadas del confinamiento, pese a que ello implicara el fin de sus trabajos, ingresar al abismo de la pobreza y sumarse a las cifras del hambre y la carestía. Arrastrados a la miseria por el sistema, miles de colombianos esperaron con resignación las posibilidades de redención en un nuevo mesías que los salvara de la caída en desgracia. Mucho se dijo de reformas, renta básica, salario especial, hasta mercados solidarios que fueron entregados de manera selectiva en ciertas comunidades, clasificadas como en un campo de concentración para sobrevivirlos hasta donde pudiesen aguantar.

Pero el hambre y la pobreza tiene más fuerza que los discursos prelectorales y mueve más personas que las alianzas y las convergencias políticas de los partidos que aspiran a transformar las cosas. Una bala más o un gas menos, no hace la diferencia en el festín de la necesidad, con hambre todo se puede, hasta morir.


El asesinato del abogado Javier Ordoñez y los posteriores desenlaces en tropelías insurreccionales de pequeño alcance contra la policía, es tan solo el fuego propagado de la crisis política, económica y social que ha encontrado todas las formas de lucha y hastío social contenidos durante meses. Esta crisis toca todos y los busca en sus casas, a domicilio y en sus lugares de trabajo, también va por médicos, abogados, ejecutivos, obreros y estudiantes. Va por todos sin excepción.


Pero ahora viene de nuevo la repetición de las acciones de los poderosos, otra vez el Estado rígido contra el ciudadano. Este no es un Estado sólido, es lánguido, débil, basado en fuerza violenta contra la sociedad. A la fuerza, con la fuerza de la violencia se repite el ciclo anticipatorio de unas clases poderosas temerosas de la respuesta social a la crisis que generaron. Vivimos tiempos de reactivación autoritaria de la economía neoliberal. El mercado con sangre y fuego abriéndose a su paso. Apologetas del fin del neoliberalismo su apocalipsis duró poco.


Perdón es repetición. Aceptar que los asesinos de uniforme se laven las manos con la sangre de la gente es conciliar con ellos. Hay en emergencia una nueva subversión social, sobre todo juvenil que ahora es de nuevo estigmatizada. La policía no perdona la pobreza, el hambre, la carestía, entonces, ¿para qué el perdón?


No hay que esperar a que la fuerza se reforme y regule en leyes que se pasan por alto a punta de bolillo y plomo. La comunidad puede reformar con acción su nueva organización. Se pueden hacer nuevas formas comunitarias de defensa y seguridad, proteger la gente y los transeúntes, abrir la puerta para socorrer a los que huyen de la brutalidad policial y activar el cuidado colectivo contra el atraco y el abuso. La comunidad puede protegerse autónomamente bajo reglas colectivas. Pero también armarse de palos y llantas si la respuesta se requiere. La comunidad se junta para el bienestar, la policía impone y divide.


Ya no hay vínculo entre policía y comunidad, ellos lo rompieron y nada debe aceptarse de su parte. Donde golpearon que no vuelvan y donde mataron no los respetaremos, donde violaron, saquearon y maltrataron jamás los perdonaremos. El código del barrio es la comunidad, la unidad contra la brutalidad, por la paz y el bienestar.


El pacifismo se quebró y si a la paz habrá que llegar no será abrazando y perdonando la represión. Si algo hemos aprendido de esta pax, es a despertar a nueva guerra anunciada de buenos acuerdos e intenciones. Ya no hay acuerdo posible que permita devolver la tranquilidad a la población, en el campo la guerra volvió con fuerza contra una población que cae resistiendo con machete y azadón a las fuerzas militares más efectivas del continente.


Reformar la policía puede ser una buena campaña publicitaria y una aspiración de largo plazo que poco responde a las necesidades urgentes de parar la brutalidad y el asesinato estatal contra la ciudadanía. Si algo ha vuelto es el delito político como forma de resistencia al establecimiento y mientras esta crezca y perdure por la reacción violenta de los poderosos, las soluciones estarán muy lejos del plano del reformismo sino de la acción política subversiva social.


En este orden de ideas, la solución política está en los protagonistas de la acción y habrá que buscar más allá de la estigmatización un nuevo entendimiento para salir de la crisis. Están en juego nuevas modalidades de soluciones políticas en el orden urbano y rural que las machacadas salidas estatales con fuerzas insurgentes armadas al margen de la población y sus organizaciones. Nuevos modelos de paz social están en juego y se necesitan algo más que candidatos y partidos prominentes de reformas y leyes.


Si la guerra la ganó el establecimiento fue por la doctrina del enemigo interno y la contrainsurgencia efectiva en un conflicto de baja intensidad, cualquier solución política que desconozca esta realidad y firme acuerdos sin negociar ese principio doctrinal es letra muerta. Acabar la guerra por vía negociada aceptando la fuerza sin cambios en mando, fuerza y doctrina es aceptar la violencia represiva estatal.


La Paz se perdió hace rato y disputarla debe ser en un nuevo modo, formato y modelo de seguridad y defensa social, garante del control y monopolio de las armas. No más show, ni realitis de perdón, a las armas de los poderosos no se les apaga con las lágrimas de las víctimas ni con los discursos arrepentidos de sus victimarios. Nuestra paz tiene mucho más que pedir que ceremonias de reconciliación. Eso de convertir a los lobos en ovejas, para que convivan con los corderos es puro pacifismo utopista.


Nos alistamos para tiempos peores, en los que la civilidad pacifista tan de moda por estos días, temen a la polarización que existe hace más de cincuenta años en Colombia. Quizás lo nuevo de esta situación es que ya se ido perdiendo el miedo y la repetición de aquellos tiempos oscuros, va preparando las condiciones de una nueva mentalidad de lucha que se experimenta en la dinámica urbana.


La crisis urbanizó mucho más el conflicto y ha superado los centros tradicionales del tropel. Ya no es solo la universidad, el barrio, la fábrica o la plaza, también son las avenidas y los lugares donde se concentra la fuerza pública o los bancos donde está el dinero. Nuevos centros de lucha se disputan con la espacialidad que se arrebata con la rebeldía y el control del poder se expande para contenerlo incrementando la formas legales e ilegales como sucede por estos días.


La polarización es la tendencia y mientras surgen medidas de contención de izquierda, derecha y ultraderecha, también fluyen maneras creativas de la acción popular, lamentablemente, aun menospreciadas por el campo de lo políticamente correcto de la institucionalidad política de los neodemócratas de moda y estigmatizadas por sus enemigos naturales del poder dominante.


Mientras tanto en el reino de la necesidad no hay programa que valga sino se está en la lucha y quien quiera buscar aliados y convergencias para su candidato tendrá que ganarse el respeto en la calle, en el barrio, en la humareda, allí donde con sangre y muerte se pone a prueba el discurso, el tarjetón, la campaña y porque no la teoría. Allí donde quizás no están los que votan, pero sí los que se sacrifican contra la bota militar.


Pd: por favor y perdón, palabras vacías en un país de muerte y violencia. Por favor, dijo Javier Ordoñez a la policía que lo amordazó y posteriormente lo asesinó. Perdón que no escuchó a las víctimas de las masacres, a los manifestantes de esta semana.

Escrito por: Tom King 14/09/20


Tomado de: https://clubdelapelea.wixsite.com/website/post/perd%C3%B3n-donde-violaron-saquearon-y-maltrataron-jam%C3%A1s-los-perdonaremos

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