LA DESPOLITIZACIÓN Y EL SENTIDO DE LA POLÍTICA
Mucho se ha dicho últimamente en
los grandes medios sobre el creciente descreimiento de los ciudadanos en las
instituciones políticas. No es para menos. Tras la firma del Acuerdo final
entre las FARC-EP y el gobierno de Santos, el foco de la atención de los
fabricantes de opinión se trasladó a un campo tan antiguo como el conflicto
mismo: la corrupción. Es que el cáncer de la corrupción que hoy escandaliza a
todo el mundo ha sido uno de los pilares de la dominación política y económica
del régimen colombiano. Pero de todo este maremágnum mediático, de los cuales
algunos políticos (as) de turno quieren sacar rédito electoral, encierra un
grave peligro para el país que muchos aspiramos construir en la época del
pos-acuerdo: la creciente despolitización
de la sociedad. Para comprender el riesgo en el que estamos y el desafío que implica el proceso constituyente, es preciso repasar desde diversos enfoques, algunas nociones fundamentales
del pensamiento político:
Aristóteles: El Zoon politikón
Hace 2.500 años, el estagirita
definió al hombre como un animal político por naturaleza (ζῷον
πoλιτικόν). Desde luego que esto no significa que por el solo hecho de nacer, la sociabilidad de los individuos ya esté garantizada, pero sí reconoce que existe desde la natalidad la potencia para alcanzarla. Las investigaciones
históricas dieron cuenta de que el mundo helénico se levantó sobre la base de
una economía y organización esclavista, por lo que el ejercicio de la libertad
política era una prerrogativa para unos cuantos habitantes de las polis griegas.
La abundante evidencia que llegó hasta nosotros muestra que, para estos pocos
privilegiados, la política era mucho más que un simple medio de dominación.
Este pequeño grupo de ciudadanos comprendía bien que la política era aquello
que les permitía vivir juntos a pesar de las contradicciones e intensas luchas
de intereses al interior de la comunidad.
Por otro lado, la noción
de naturaleza en Aristóteles consistía
en el fin hacia aquello que tienden todas las cosas, incluidos los seres
humanos. Esto quiere decir que sí en cada uno de nosotros se encuentra un ser político
en
potencia, entonces en el comienzo de todo conflicto humano, también habría de
existir un impulso que nos llevaría siempre a buscar la confrontación y los
caminos de solución a las inevitables luchas, todo con el fin de evitar la
destrucción de la vida en común, puesto que, como lo entendió Marx siglos
después, el género humano al que tiende todo individuo de la especie, desde sus comienzos es un ser social.
Marx: El trabajo enajenado
A partir de los presupuestos de la economía
política, Marx utiliza dos términos del alemán para describir este fenómeno: Entäusserung
(enajenación) y Enfremdung (extrañamiento). El primero tiene un
sentido jurídico-económico mientras que el segundo refiere a una desconexión
del individuo con respecto a su entorno y con las demás personas. El joven Marx
va a demostrar en su investigación que el trabajo enajenado reviste por lo
menos tres formas: a) la enajenación del obrero en el producto de su trabajo;
b) la enajenación del obrero en el acto mismo de la producción; y c) la
enajenación del obrero respecto de su vida genérica, es decir, su total
deshumanización. Estas tres determinaciones del trabajo enajenado llevan a una
última forma que es la predominante en las sociedades capitalistas: la
enajenación del hombre respecto de los otros. Este individualismo radical significa
la total despolitización del hombre, que equivale en el sentido de los antiguos
griegos, en la ruina de la vida en común.
Arendt: La pluralidad
Para Arendt la política se basa en la
pluralidad de los hombres. Esto quiere decir que es un error fundamentar la
política en prejuicios que reduzcan al ser humano a una singularidad abstracta,
haciendo olvidar que los hombres son un producto humano y terrenal. En este
sentido la política se trata del estar juntos en medio de una gran diversidad
de visiones e intereses que están en lucha. Dentro de esta diversidad se encuentra la singularidad, que no
debe entenderse en el sentido del individualismo burgués, sino de quienes luchan
por distinguirse frente a las tendencias homogenizantes de la cultura que
pretenden dar forma a una identidad única, que por lo general asumen el aspecto
de ideología, haciéndose funcional a los fines cohesionadores del Estado–nación.
La homogeneización puede derivar en el
fenómeno totalitario en las sociedades de masas. El Estado totalitario necesita
de una sociedad despolitizada, es decir, de la impotencia de la gente para
actuar, del proceso de consumo y del olvido de los procesos de violencia. La despolitización
disuelve toda singularidad y variedad originaria en el cuerpo político,
destruyendo así la igualdad esencial de todos para poder ser disidente ante los
estándares morales y políticos de la dominación. Para Arendt uno de los grandes problemas que tendría
que abordar toda política, consiste en cómo construir entre todos un tipo de
organización social y política donde se le permita a cada uno de sus miembros
ser al mismo tiempo iguales y distintos.
Lenin: El poder soviético
Lenin comprendía que el proletariado nunca obtendría la victoria si antes
no había logrado conquistar la mayoría de la población. Para lograr este
objetivo
los grupos más consientes no podían limitarse, ni supeditarse a la obtención de la
mayoría de votos en unas elecciones realizadas bajo el dominio de la burguesía.
Para que el proletariado pudiera constituirse en fuerza dirigente, se precisaba que en las fases de ascenso del movimiento de masas, este luchara con determinación
por el derrocamiento del dominio de la burguesía, que implicaba triunfar con su
propia fuerza organizada sobre los medios de violencia en manos de la burguesía.
La democracia de mercado, mediática y de masas es la forma predominante que adopta la dictadura de la burguesía
bajo el dominio del capitalismo. Según Lenin esta se fundamenta en tres pilares
básicos: a) Dominio, que implica la
administración de los medios de violencia del Estado; b) Prestigio, que consiste en la capacidad de persuadir y convencer
sin tener que apelar recurrentemente al uso de la violencia; y c) Influencia sobre las masas no proletarias,
que sirve para mantener la desorganización y la confusión en el campo donde
actúa el movimiento obrero. De ahí que
el poder soviético tiene por objetivo la politización de lo social con el fin
de demoler el viejo aparato estatal. Esto se logra luchando contra la burguesía
por ganarse a las masas no proletarias. Ese nuevo poder, nos recuerda Lenin, no
es una invención de nadie, sino que surge de la lucha de clase en la medida en que
ésta se amplía e intensifica. Este nuevo tipo de dominio surgido de la movilización
popular es el poder soviético.
Este recorrido por estas cuatro
nociones de la política: a) Zoon politikón, b) El trabajo enajenado, c) La
pluralidad y, c) el poder soviético, son indicativas de que el descrédito de
las instituciones responde no tanto a una crisis del poder constituyente de la política como sí del orden constituido de lo
político, en tanto que modelo de representación parlamentaria y del
sistema de partidos políticos, que ya no funciona como cerrojo para contener las fuerzas sociales que se resisten a la caduca formación colombiana y su deslegitimado régimen político, que apela cada vez más
a la despolitización para lograr la aceptación social de la violencia, el pensamiento retardatario y el autoritarismo.
Bibliografía
Arendt, H. (2013). ¿Qué es la política? Barcelona: Ediciones
Paidós.
Aristóteles. (1999). Política.
Madrid: Gredos.
Aristóteles. (2008). Ëtica
nicomáquea - Ética Eudemia . Madrid: Gredos.
Lenin, V. I. (1971). Las elecciones a
la asamblea constituyente y la dictadura del proletariado. En V. I. Lenin, Obras
Completas (Vol. XXXII, págs. 242-266). Buenos Aires: Cartago.
Marx, K., & Engels, F. (1981).
Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista (1
capítulo de la ideología alemana). En K. Marx, & F. Engels, Obras
escogidas (págs. 11-81). Moscú: Progreso.
Sánchez, A. (2003). El jóven Marx:
Los manuscritos de 1844. México D. F.: Itaca.
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